Hasta hace un par de años, William Omar Landrón Rivera pronunciaba en diversas entrevistas que el rey del reggaetón era uno solo: Don Omar, que no es otra cosa que el nombre con que el mismo William copa las radios y escenarios del continente entero.
Ahora, en cambio, asegura que las cosas son distintas. No es que haya perdido su condición, pero no le interesa tanto pregonarlo. “No quiero seguir haciendo mención de quién es mejor. A mis 32 años he aprendido a respetar a todos mis compañeros”, dice mientras habla del otro reggaetonero que pondrá a perrear a Viña, el también puertorriqueño Tito El Bambino.
Pero, aunque no quiera, su esencia y confianza en sí mismo siempre termina por asomar, y la forma más elocuente es la referencia al propio show que ofrecerá el martes por la noche en el Festival de Viña del Mar: “Si el 2007 (su anterior paso por el certamen) marcó mi historia, mañana ‘Prototipe I Don’ (el show que ofrece en estos días) va a ser el tema del que se va a hablar el resto de la semana”.
Nada más y nada menos. En conferencia de prensa esta tarde el reggaetonero demostró que, aunque no quiera, es un experto como pocos a la hora de levantar las expectativas, y el detalle de su show de mañana también lo ubica en esa línea: 16 bailarines chilenos reforzando su cuerpo de baile habitual, otros 16 músicos en el escenario y “una factoría de androides que reflejan la transformación de Don Omar en mitad hombre y mitad máquina”, adelanta.
De sus colaboradores chilenos cuenta que “tengo un cuerpo de 16 bailarines tranbajando para la presentación, es uno de los intercambios culturales del que más provecho hemos sacado. Chile tiene jóvenes llenos de talento y energía, y lo van a ver mañana”, asegura.
La conferencia de Don Omar se inició con la entrega de un disco de platino por parte de su sello Universal Music, por la cantidad de copias que se han vendido en el país de su último disco. Según el reggaetonero, ese reconocimiento “deja claro lo vanguardista que soy en el mundo tecnológico, y cuánto creo en la compra de música por vía cibernética”. Un juicio con tono de rey.
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